La dimensión política del trigo

La aprobación y difusión  de los trigos transgénicos, sus efectos y resistencias.

La Argentina está entre los países que más consumen harina de trigo, en todas sus formas. Por otra parte es una de las capitales globales de los cultivos transgénicos. El trigo, sin embargo, no cuenta con eventos transgénicos en el mercado, en ningún país del mundo. Esto para los empresarios es una oportunidad desperdiciada. 

La empresa Bioceres  logró la aprobación de Conabia (Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria) para su trigo transgénico, pero no del área de Mercados de la Secretaría de Agroindustria. Desde mediados del año pasado están haciendo un intenso lobby para aprobar el trigo y lanzarlo al mercado, reuniéndose incluso con Macri en la Casa Rosada. 

Desde un conjunto de organizaciones se lanzó una campaña buscando sumar adhesiones para evitar los desastres que esta aprobación puede generar. Compartimos algunos de los argumentos que fueron planteados, con la expectativa que mucha más gente entienda la gravedad de la amenaza del “nuevo trigo”. 

Por una parte preocupa el aumento en el consumo de agrotóxicos. El trigo de Bioceres no es sólo resistente a sequía, sino tolerante al herbicida glufosinato de amonio. Vemos como muy probable que la difusión del trigo aumente el consumo de herbicidas, como ya pasó con las sojas y maíces resistentes a glifosato. 

Por otra parte resulta preocupante este paso grave que están dando las corporaciones de los agronegocios en el control del sistema agroalimentario argentino. El trigo es parte de la historia agrícola de nuestro país. Ya las empresas durante décadas impusieron su modelo de Revolución Verde a los trigos, haciéndoles perder calidad nutricional y diversidad genética, con la mirada puesta en los mercados globales. Con este tipo de engendros tecnológicos y una nueva ley de semillas, las empresas podrían tener en sus manos una herramienta clave para decidir qué cultivan (y que no) los agricultores y agricultoras en Argentina. En el número anterior de esta revista vimos el problema de la ley de semillas. Mientras escribo hoy, estamos otra vez pendientes del lobby del gobierno, las empresas y sus aliados para buscar limitar el uso propio de las semillas. 

Si se aprobara el nuevo trigo otra amenaza es que contaminen con sus genes al resto de los trigos, por la polinización. Aún las especies autógamas como el trigo -es decir que se autopolinizan- presentan eventos de fecundación cruzada. Esto abre la posibilidad que las empresas reclamen por vías judiciales que les robamos sus tecnologías, como sucedió en Canadá con las colzas transgénicas, como se relata en el documental “el mundo según Monsanto”. Los lobistas de las empresas manifiestan que “a quién no le guste una tecnología que no la adopte”. El problema es que esto, para el caso de las plantas, no es así: si se libera perdemos para siempre el control sobre la dispersión de los genes en nuestros campos. 

Otro plano del debate es la idea de sistema científico. La gente de Bioceres y ciertos investigadores de Conicet quieren que la ciencia pública genere tecnologías patentables, para financiar nuevas investigaciones. Nuestro país tiene una historia muy importante de investigación comprometida con el pueblo. Aún con poco financiamiento, con despidos, con persecución, con aprietes y ninguneos como modo cotidiano, todavía hoy muchos investigadores e investigadoras trabajan cotidianamente para aportar, desde las ciencias, a la comprensión y solución de problemáticas concretas. Este debate por este trigo puede interpretarse desde los paradigmas de la ciencia como negocio, o desde la ciencia digna como parte importante de la lucha de los pueblos. 

Las aprobaciones de transgénicos por la Conabia, y de los agrotóxicos por el SENASA han sido cuestionadas por instituciones académicas y de gobierno, y por supuesto por muchas organizaciones de la sociedad. La tranquilidad que buscan darnos no nos alcanza. Los desmontes, contaminación de aguas, aires y suelos, la concentración económica y todos los demás desastres que generaron los agronegocios en los veinte años de difusión de transgénicos en el país no han sido lo suficientemente cuestionados dentro de los organismos del estado. En ese marco aprobar un trigo transgénico es redoblar un modelo que es ganancias para unos pocos y desastres para las grandes mayorías. 

Desde las miradas de soberanía alimentaria muchos compañeros y compañeras están produciendo trigos agroecológicos y moliéndolos para llegar con productos sanos de alta calidad a nuestras mesas. También desde los enfoques agroecológicos el trigo funciona muy bien en las rotaciones ganaderas para aportar materia orgánica y vida a los suelos, para controlar malezas, para tener forraje en invierno, para producir granos, etc. Esos son los trigos que a mi entender tenemos que defender. Y defenderlos con energía, porque la amenaza es grande. 

 

Fernando Frank

Los Molles (San Luis)

fmfrank@hotmail.com

 

Para leer más: 

Campaña “NO al trigo transgénico en Argentina ¡No se metan con nuestro pan!” en http://www.biodiversidadla.org/ 

Por qué decimos no a los transgénicos. Nota en el diario Página 12. 29 de enero de 2019. https://www.pagina12.com.ar/171529-por-que-decimos-no-a-los-transgenicos

El trigo

No me preguntes

qué es el trigo:

no sabría responder

sino en la mesa

 

Donde el pan se dora

bajo nuestra mirada

y el vino nos brinda

sombras humanas

 

No me preguntes

qué es la felicidad

porque te respondo:

es el pan en la mesa

 

Y es el vino que eleva

nuestros corazones

a la altura sublime

de la harina y la sal.

Alberto Blanco (Poeta Mexicano)