Cultivos de invierno y fertilidad

El invierno es una buena oportunidad para profundizar nuestra Transición hacia un sistema fértil, un sistema capaz de dar Vida. Las bases ecológicas para hacerlo durante un cultivo central como el trigo.

Escribo esta nota a modo de puntapié inicial sobre una temática amplia y fundamental, la de la fertilidad de los suelos. En los sucesivos números de esta inquieta propuesta se irán compartiendo diferentes ideas respecto de este tópico, uno  de los ejes centrales de trabajo (tranqueras adentro) en los procesos de Transición Agroecológica; y es así que esta nota no agotará el tema.  Lo haré además  poniendo énfasis en los cultivos de invierno, compartiendo algunas reflexiones sobre lo andado, sobre lo hecho para aportar condiciones de fertilidad a nuestros cultivos de invierno.

Una pregunta que me invade ya en este segundo párrafo es pensar ¿qué es la fertilidad? ¿Qué es lo fértil? Y prontamente me invade el responder refiriéndome a lo fértil como lo capaz de generar/sostener Vida. Y no cualquier Vida, una Vida vital.

Entonces ya no podemos reducir la mirada a la Vida del cultivo de invierno, sino que debemos ampliar nuestra búsqueda a la Vida de nuestro agro-ecosistema (del cual somos, claramente, parte). Y cuando hacemos este ejercicio, necesariamente nos detenemos en el suelo, ya que en él se expresan la mayor cantidad de procesos biológicos, físicos y químicos, que permiten sostener la Vida. Sí, la tuya, la mía, la de los cultivos de invierno…

Además, en el suelo es dónde existe la mayor riqueza y abundancia de seres vivos, fundamentales para estos procesos bilógicos. Hongos, bacterias, y un montón de pequeños seres que se presentan de a cientos de miles, y que a partir de complejas sinergias (y otros mecanismos de interacción co-operativa) permiten que la vitalidad de los otros seres vivos se exprese.

Entonces, creo, pensar en la fertilidad para los cultivos de invierno necesariamente nos exige pensar en cómo podemos enriquecer y potenciar toda esta Vida que da vitalidad a la Vida.

Hechas estas advertencias/aclaraciones, les propongo reflexionar sobre dos aspectos de ¿la misma cosa? ¿Qué rol juegan los cultivos de invierno en la Vida que da vitalidad a la Vida? ¿Cómo podemos hacer vital la Vida de los cultivos de invierno?

Los denominados cultivos de invierno son aquellos cultivos (trigo, centeno, avena, triticale, arveja, cebada, etc.) que ocupan la parte final del otoño, todo el invierno, y parte de la primavera. Y este período es parte nuestra vuelta al Sol. Es decir, los cultivos de invierno ocupan un período, un tiempo de un ciclo. Sí, de un ciclo. 

Hay muchos ciclos que nos interesan en la agricultura. Solo voy a detenerme en el ciclo del Carbono, ya que todes somos mayoritariamente compuestos por Carbono, incluídos los cultivos de invierno. Y quizá sea por ello que los pequeños organismos vivos que garantizan la vitalidad de la Vida sean quimio-organo-tróficos. Es decir, son bichos cuya alimentación depende de la química del Carbono. 

Es así que podemos pensar a este tiempo (estación de crecimiento) como una excelente oportunidad para capturar Carbono de la atmósfera y alimentar a quienes nos alimentan, a quienes vitalizan la Vida. Y prudentemente, cosechar una parte de ese Carbono, como granos o carne. Si no utilizamos este período del año, estaríamos desaprovechando una buena oportunidad para fijar Carbono en nuestro sistema. 

Así es que aparece una primer propuesta, tratemos de fijar Carbono atmosférico todo el año!  Lo más que podamos, con cultivos voluminosos, de bajo índice de cosecha, y si podemos jerarquizar ese Carbono con los micro organismos del rumen animal, mejor.

Y para pensar cómo logramos cultivos voluminosos en el invierno, aparecen aquí algunas notas. Notas en lápiz, desprolijas, inconclusas. Notas que además de grafito llevan el poder de la vivencia.

Estas notas surgieron en procesos de Transición Agroecológica, es decir, en sistemas que no se encontraban en la situación deseada respecto de la condición de fertilidad de sus suelos. Procesos en los que se trabajó y trabaja en la búsqueda de esa fertilidad deseada.

En estas situaciones es importante asumir esa situación. Asumir que debemos ayudar con nuestras intervenciones. Y aparecen algunos momentos clave para ellas.

El primer momento clave es la preparación de la cama de siembra. Si “movemos” dinamizamos nutrientes, ponemos a disposición del cultivo algunos nutrientes importantes, Nitrógeno, por ejemplo. Debemos, no obstante, tener claro la frecuencia y la intensidad de ese movimiento. Siempre es bueno mover  solo “cada tanto”, incluir períodos de no remoción en nuestras rotaciones (para no perder el carbono que tanto nos cuesta capturar, y para no desagregar lo que tanto cuesta agregar!).  Si vamos a un planteo de siembra directa debemos estar atentos a cómo vamos a nutrir nuestros cultivos y tener bien presente la disponibilidad de nutrientes de nuestro suelo, y su capacidad para entregarlos a lo largo del ciclo del cultivo.

Podemos recurrir a enmiendas sólidas, de aplicación previa a la siembra. Materiales compostados, “camas” de animales de crianza conocida, etc. Enmiendas ricas en algunos nutrientes y fuente de biomasa carbonada.

Otro momento clave es la siembra en sí misma. Esta labor sí o sí la hacemos, y podemos aprovecharla para mejorar la compleja interacción suelo-planta. Podemos usar inoculantes específicos, caseros o comprados, sales minerales, bioles (fertilizantes líquidos y biológicos) o simplemente recurrir al suero y las cenizas. Lo importante es no desaprovechar esta instancia, en la que ya empezamos a mimar a nuestro cultivo. Recordamos aquí las palabras de Ana Primavesi: un miligramo en una semilla tiene el efecto de una tonelada en una hectárea.

Una vez nacido el cultivo, un momento oportuno para nutrir/sanitizar es el estado de “pasto” o comienzo de macollaje. Ahí ya encontramos suficiente área foliar para aportar nutrientes o productos sanitizadores si observamos que alguna población de patógenos o de insectos creció en demasía. Bioles, purines, caldos minerales, y varias opciones más están a disposición. La ortiga puede ser muy bien recibida por las gramíneas, y no es difícil encontrar algún potrero nochero donde abunde. Así, tenemos a disposición diferentes caldos de muy bajo costo, que darán un empujón en la búsqueda de un buen número de macollos fértiles.

También resulta oportuno intervenir en el macollaje avanzado, así como en el embuchado, ya que ahí empieza a definirse otro de los componentes del rendimiento de los cereales de invierno, el número de granos. También podemos recurrir a bioles y purines.

Con la aparición de la “hoja bandera” aparece una oportunidad más, la de proteger y vitalizar esta hoja tan importante, la que será en gran parte responsable de alimentar a los granos de las espigas. Aquí es importante aprovechar la pasada de la pulverizadora y aplicar algún antifúngico preventivo/curativo (según haga falta) como la decocción de cola de caballo, o algún micro organismo que sea antagonista de los hongos indeseados (Bacillus subtilis para controlar Fusarium, por ejemplo).

El momento de la floración es bueno respetarlo y observarlo sin molestarlo. Podremos volver nuevamente a reforzar nuestra intervención, con los granos ya cuajados,  apuntando a un buen llenado de granos/contenido de proteínas.

Es importante reforzar la idea que en procesos transicionales, donde nuestros suelos vienen de una agricultura que descuidó los ciclos de la vitalidad, no podemos abandonar los cultivos; debemos intervenir conscientemente.

Teniendo en condiciones una simple pulverizadora de arrastre podremos asperjar sin problemas diferentes caldos, incluso varios de ellos en la misma pasada. Biol + purín de ortiga + decocción de cola de caballo, por ejemplo. Todos ellos son de fácil preparación y los ingredientes suelen estar a nuestro alcance. Quizá charlando con los vecinos podemos descubrir en qué cañadón crece la cola de caballo, que quesería tiene cenizas, y qué tambero tiene ortiga en abundancia.

Así, podemos tener buenos cultivos de inviernos, sanos y voluminosos, y de rindes aceptables. Así también iremos mejorando nuestros suelos, ya que la biomasa generada será de buena calidad para la nutrición de la Vida edáfica. Así estaremos potenciando uno de los ciclos claves de la Agricultura. Con el tiempo nuestros suelos irán mejorando, y la necesidad de intervenir será menor. Y quizá alcancemos aquello tan complejo denominado fertilidad.

Es importante también pensar la posibilidad del policultivo, no solo por los beneficios directos sobre el cultivo de invierno sino pensando en el esquema general de rotaciones. La inclusión de unos kilos de trébol rojo por ejemplo, permite pensar la posibilidad de “praderizar” el lote e incursionar en un período de no remoción del suelo, de fijación de Nitrógeno atmosférico, y de producción de bosta y carne; o la posibilidad de producir semilla en verano manteniendo cubierto el suelo en este período del año, para volver a algún cultivo de invierno posteriormente.

 “Contagiar el amor por la Tierra y la inquietud por la creación y la belleza más que por la receta, recuperar  la posibilidad de manejar y construir saberes, alpargatizando el conocimiento.”  A esto fui convidado. A esto convido.

 

Nicolás Indelángelo

Paraná, Entre Ríos

nindelangelo@gmail.com